A propósito del natalicio de Enrique Pichon Riviere 25 de junio 1907

Comenzar un escrito en un día singular requiere realizar cierto tipo de revisión. Como aquel llamado vocacional en un principio. A veces, creí, que la búsqueda pasaba en función de lo que otres me decían. Con el tiempo, me fui dando cuenta que eran más mandatos, estilos, improntas, lo “socialmente aceptado”.  Entonces, en un momento, hubo un quiebre. Un corte profundo que permitió escindir esto que podría hacer o esto que quiero ser. La aventura del ser, es un relato complejo que atraviesa diversas aguas. Pero, culmina en la Psicología Social.

Hoy es el natalicio de Enrique Pichón Riviere. Palabras más, palabras menos. Francés de cuna, criado en el norte de nuestro país, estudió medicina, se formó en psiquiatría, desarrolló una técnica de trabajo que se fue traduciendo en el ejercicio y en las conceptualizaciones: con una permeabilidad de ir de lo extraordinario a lo simple. Al menos, ése es mi resumen de lo que Pichón me genera. Y ya que estamos, esto es Pichón como pensador para mí.

Leí Pichón por Pichón en el 2016, el último año de mi formación. Un texto a trabajar fue Ficha sobre la Teoría del Vínculo, de 1975. Un extracto que sintetiza mi recorrido fue este:

“En este artículo el aporte que destaco son tres puntos de afirmación: a) toda psicología es social, b) la Teoría del vínculo es el fundamento de la Psicología Social y c) las relaciones entre las personas, los vínculos, no son instintos sino que son el producto de experiencias con objetos. El primero, refiere a la integración del Mundo Interno (grupo interno); siendo el resultado de todo lo internalizado que entra en interacción con MI, ya que constituye el conjunto de las fantasías del MI y las del inconsciente. El segundo, refiere hacia el concepto de vínculo en sí mismo y cómo gira en torno de este la Psicología Social; sostiene la existencia del MI en acción e interacción, por medio de las reglas dialécticas, lo que delimita que las relaciones vinculares existen en procesos de realimentación y se introducen o se explican en el proceso por una cantidad de reglas que rigen a la dialéctica en general. Por último, el tercer punto, nos convoca a repensar acerca del aprendizaje y en cuanto a experiencias “buenas” o “malas”, diferenciándolo de vectores preexistentes del sujeto como Eros y Tanatos”.

Sin embargo, este fue el inicio de la búsqueda de vínculo en términos pichonianos. Vivimos en una sociedad que toma al psicoanálisis y sus conceptualizaciones como moneda corriente de lo que acontece. Reconfigurar ése bagaje, también fue tarea de lo que suponía reconfigurar(me). Y fue así que, con los años, conocí un docente que permitió seguir buscando e interpelando teoría y práctica, praxis.

La siguiente aproximación al concepto de vínculo que aún me atraviesa es la propuesta por Fernando Fabris:

“La tarea es vacía y abstracta si no se considera el vínculo que la complementa, si no se sitúa y contextualiza. Los procesos vinculares son lo que dialectiza la tarea, aquello que se contrapone y la completa. La tarea genera vínculo, trama, drama; término este último que alude a la implicación humanizante de la praxis. Se dialectiza en y con los procesos vinculares, entendidos como un sistema de relaciones en movimiento, como la envolvente construcción de las acciones. No hay vínculo sin tarea. Y también se sabe que lo vincular es una dimensión de la tarea. Pero hay más, no hay tarea sin vínculo, ya que toda acción presupone la presencia de otros, externos e internos. La tarea es vincular y el vínculo es un proceso, cuyo eje es la tarea”. (Fabris, 2019. Página 31.)

Sobre todo, ahora mismo, contemplo lo escrito y pienso qué tendrá que ver todo esto, con todo aquello. Estimo que son ápices de aquello que sigo en permanente construcción. Las teorías inacabadas son lo que permiten este juego dialéctico entre teoría y praxis. Es un juego cotidiano que permite estar en constante cambio. No porque la teoría no fuese lo suficientemente buena, sino porque el ejercicio del rol está en constante movimiento hacia afuera y ésta es su retroalimentación.

Definir el rol del psicólogue social es poder pensar en el 5, pensando en futbol, a mí me gusta denominarlo como pivoteador. No jugas sole, hay un otre, en el que se dispone el movimiento que genera un inicio y que tiene un fin. Será por eso que también elegí una profesión que se retroalimenta de un otre, siempre. La búsqueda colectiva, interpelarme en términos de para qué, por qué y cómo fueron movilizadores. Más cuando el ejercicio del rol no cumple horario, de 8 a 20. Sino más bien es como ir al oculista y que te diga, necesitas usar lentes, te prescribo esta graduación y utilízalos en ésta rutina: cuando lees, cuando escribís, cuando miras televisión y cuando usas algún dispositivo. Este ejercicio en un principio cuesta, toma tiempo de adaptación. Sin embargo, sentís que no es tan pesado, podés seguir disfrutando sin irritabilidad, sin achicar la vista para enfocar. Bueno, esa misma sensación es la que me atraviesa. Es lo que la disciplina, el Maestro, su natalicio y la búsqueda me permiten.

Siempre creí que el ser y el hacer son parte de un deber. Últimamente, incorporé el estar. Creo que es la parte rica de lo que retroalimenta la profesión en términos dialécticos. Porque para pares contradictorios está la vida, que me permite tomar posición en éste momento y en éste instante.

Felicidades a quienes ejercemos esta, preciosa, profesión.

Aixa Uzubiaga Vale
Psicológa Social.-