Salud Sexual Reproductiva

Lic. Magdalena Novatti
Charla brindada para el Comité de Género de Cooperar el día 10 de septiembre de 2023.-

El 4 de Septiembre se celebra el día mundial de la salud sexual, abordando el amplio espectro de los derechos sexuales y reproductivos: desde la educación sexual integral elemental para poder prevenir embarazos no deseados y la transmisión de enfermedades de transmisión sexual, pasando por la posibilidad de interrumpir voluntariamente un embarazo no deseado, hasta la posibilidad de acceder a todas las opciones de las técnicas de reproducción humana asistida para intentar lograr un embarazo deseado. El deseo es, entonces, la variable que inclina la balanza hacia un lado o el otro.

Las configuraciones familiares no permanecen estáticas, sino que van cambiando por la incidencia de factores socioculturales, económicos y biotecnológicos. Podemos situar los efectos de esto en la segunda ola del feminismo, en la cual, con el surgimiento de los métodos que permiten acceder a la planificación familiar, la píldora anticonceptiva aparece como punto de inflexión para evitar un embarazo, para luego dar un salto a partir de las técnicas de reproducción humana asistida, como posibilidad para lograrlo. El deseo de tener un hijo o hija encuentra nuevas alternativas para abrirse paso. Las técnicas no sólo facilitan el acceso a la mapaternidad a las parejas cishéterosexuales, sino que dan un paso más, posibilitando la constitución de familias con madres y/o padres homosexuales o transexuales. Surge así la pregunta respecto al origen de esto: ¿se trata de la medicina respondiendo a los cambios sociales, o generándolos? La familia, como institución, se ve interpelada, dando lugar a nuevas estructuras. La diversidad familiar no es una novedad, pero la posibilidad de acceder a esto en forma legítima y cuidada, sí lo es.

La familia es una institución que ha cambiado mucho a lo largo de la historia, a raíz de los efectos socioculturales, económicos, políticos y biotecnológicos en ella. El parentesco aparece como uno de los elementos relacionados con la familia, pero como algo más amplio. Fueron cambiando los roles de género y la división del trabajo, la elección del matrimonio y los tipos de pareja, el estatuto de niñas y niños, la sexualidad, las políticas de cuidado. Desde la Modernidad, de la mano del capitalismo, podemos situar la diferenci

diferenciación entre el trabajo productivo y reproductivo, situando el primero en el sector público, monopolio de varones cisheterosexuales, y el segundo en el sector privado, del cual no tenían escapatoria las mujeres. Quedar limitadas a las tareas de cuidado, considero, ha sido un factor que propició el rechazo y la evanescencia del deseo: la maternidad, ¿es opcional? En la actualidad, a la luz de las nuevas configuraciones familiares, podemos pensar que hay otras opciones: Madre ya no hay una sola. Padre ya no es solamente el proveedor.

Si pensamos en la planificación familiar, consideramos la fundamental prevalencia de los derechos sexuales y reproductivos: poder decidir dónde, cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales, así como poder decidir dónde, cuándo, cómo y con quién (o con quién no) tener hijos. En este sentido, la diferenciación entre el placer y la función creadora que introducen los métodos anticonceptivos se puede pensar como un factor con efectos biológicos y subjetivos en las familias. El surgimiento de la píldora anticonceptiva está socialmente asociado con la “liberación femenina”: establece un modo de cuidado que brinda autonomía a las mujeres, posibilitando la subversión de la la relación pegoteada mujer-madre, y esto repercute en los modos de vincularse. Podríamos pensar a las técnicas de reproducción humana asistida como un nuevo paso en este mismo camino, dado que sostiene la autonomía femenina y masculina al posibilitar el acceso a la maternidad y/o paternidad en contextos que en otro momento hubieran sido impedimentos, tanto a través de la realización de tratamientos en la actualidad como apelando a la criopreservación de gametos.

Hasta hace no mucho, la única posibilidad para que naciera un nuevo ser humano implicaba que hubiera por lo menos una relación sexual, dando lugar al anudamiento indefectible de estos tres elementos: sexualidad, reproducción y genética.

El acceso a diversas configuraciones familiares no es actual, pero la diferencia la legitimidad en los procesos. La necesidad forzosa de acceder a una relación sexual para que hubiera concepción generaba situaciones de riesgo e ilegalidad que no eran sin consecuencia, como encuentros sexuales ocasionales sin protección, compra-venta o entrega forzada de bebés.

A través de las TRHA, se intenta que la intervención médica pueda suplir una falla en la función reproductiva, más allá del origen de esta dificultad. Estas tecnologías facilitan la concreción de familias de una manera cuidada y legal. Pero esta facilitación, de todas maneras, no debe confundirse con una garantía o certeza: el éxito de las TRHA depende de muchos factores

En la línea del resguardo de los derechos sexuales y reproductivos, en el año 2013 se sancionó la  Ley 26862 de Reproducción Médicamente Asistida, que no contempla a la infertilidad como una enfermedad, sino que considera por igual a las personas que poseen dificultades reproductivas, causadas por ejemplo por patologías orgánicas, y las personas cuyas dificultades se relacionan con un proyecto monomarental, o una familia igualitaria.

No sólo regula la cobertura de los tratamientos, poniéndolos al alcance de la población que antes tenía que endeudarse o hipotecar su casa para acceder a ellos, sino que también establece un marco de igualdad para pacientes y parejas del mismo género, quienes tienen exactamente los mismos derechos. Se obtienen así una serie de avances que posibilitan no sólo el nacimiento de un hijo o hija a través de las TRHA, sino la inscripción social de esto. Sin importar la orientación sexual, ni el estado civil, basta con ser mayor de 18 años.